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Su madre había fallecido hacía un tiempo. Su mayor miedo era que el tiempo fuera deshilachando su recuerdo. Si bien tenía su imagen presente, ya no recordaba su voz, aquella que lo acunó, le leyó cuentos y algunas veces lo regañó, en suma aquella voz que hacía lazo con él. Dicen que la voz es lo primero que se olvida de una persona amada.

Si bien no recordaba su voz, la tenía guardada en una serie de audios de whatsapp. Estaban ahí como testigos de su pasado, era, de alguna manera, lo que quedaba de su madre. Nunca los quiso escuchar de nuevo pero sabía que estaban allí. Era como conservar algo de su madre, parecía loco pensar eso, pero él entendía de alguna manera que ella todavía permanecía en forma tangencial. Un recuerdo permanente y acompañante en su vida.

Quizás nunca los escuchara porque sería raro escuchar la voz de un muerto, pero no quería borrarlos.

Aunque era muy pragmático tenía ese resquicio donde lo mágico puede ganar a la razón.

Nunca guardó esos audios en otros dispositivos, le costaba manipular esa voz como un archivo frío y cosificable. Prefería tenerlos en un único lugar, el  celular, una especie de mausoleo virtual donde la presencia de su madre descansaba y lo acompañaba.

Pero la vida siempre da sorpresas. Un día salió apurado, al rato comprobó que no traía el teléfono. El miedo de perderlo pasó a la desesperación cuando comprobó que sonaba al llamarlo desde otro teléfono pero la llamada era rechazada. Sin dudas lo había perdido y alguien lo tenía.

Su única esperanza era el cuidacoches de su cuadra que había saludado cuando salió supiera algo. Quizás lo hubiera visto en el momento que se le cayó.

Fue a buscarlo preguntando por su celular extraviado. El cuidacoches le informó que un “fulano” había encontrado un celular y se ofreció a ir en su búsqueda. 

Al rato llegaron los dos, el cuidacoches y el Fulano pero sin el celular. Si traían una noticia terrible. El Fulano había llevado el aparato a una boca de pasta base como objeto de intercambio por droga. 

Cuando escuchó la noticia quedó paralizado, más que en el celular pensó que su “madre” estaría en ese lugar. Justo ella que se jactaba de nunca haber probado una gota de alcohol ni de cualquier tipo de sustancia. 

Les ofreció dinero como rescate, además de la comisión por la gestión al cuidacoches y al Fulano. Aceptaron gustosos y salieron raudamente a la liberación. 

Si bien el hombre dudaba si todo eso fuera cierto o una triquiñuela para conseguir dinero de alguien vulnerable frente al acontecimiento, confió en ellos. 

Esperó unos minutos hasta que volvieron triunfantes con el objeto recuperado. Por supuesto la gestión salió un poco más de lo pactado pero al hombre no le importó ya que tenía el celular, pero sobre todo los audios de su madre.

Cuando los rescatistas se iban, le comentaron que el celular había sido reseteado. Había perdido toda la memoria, todo lo que lo hacía único y especial. Era solo uno más entre la serie de celulares de esa marca y modelo. En menos de una hora el teléfono inteligente había dejado de serlo, fue violentado de la peor manera haciendo desaparecer lo que alguna vez fue.

El hombre miraba al Fulano y al cuidacoches que se iban felices porque habían ganado una fortuna en buena ley. Sin embargo, el hombre estaba devastado. Aquello que alguna vez tuvo, esa voz, desaparecía eternamente.

Ese día comprobó que todo puede ser efímero, que la vida a penas es un recuerdo fugaz y que las cosas nunca son como parecen. 

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