La casa de mi infancia…
Pocas cosas tienen la fuerza de llevarnos a lugares de nuestra infancia como algunos olores y comidas.
La memoria gustativa funciona como un estimulante sensorial poderoso que atraviesa el tiempo y nos instala en un lugar preciso de nuestra historia.
Hoy comí uvas. Hacía mucho que no las comía porque en los últimos años las siento insulsas, muy diferentes a las que comía de niño. Muchas veces pensé si aquel sabor de antaño no sería un invento mío y en realidad siempre fueron así. Uno puede transformar los recuerdos de maneras insólitas.
Sin embargo hoy llegaron a mí unas uvas pequeñas, oscuras, visualmente muy parecidas a las del pasado.
Cuando llegaron a mi boca entré directamente en aquellas que comía en Punta Fría en las tardes de verano. Habían pasado décadas, sin embargo el recuerdo vivo se mantenía allí esperando el momento adecuado para surgir con toda la alegría infantil de las vacaciones de verano.
Una dicha de otra época me inundó por unos minutos donde ese racimo acomodó el recuerdo en el presente.